Fortaleza y espiritualidad
El músculo pubococcigeo es el encargado de controlar los esfínteres del ano y la vejiga, sostener el peso de varios órganos internos y facilitar la respuesta sexual durante las fases de excitación, meseta, orgasmo y relajación
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.
Oscar Wilde
Buena forma, resistencia y elasticidad son algunas de las cualidades que definen a una musculatura sana, y eso vale también para el músculo pubococcigeo (PC), encargado de controlar los esfínteres del ano y la vejiga, sostener el peso de varios órganos internos y facilitar la respuesta sexual durante las fases de excitación, meseta, orgasmo y relajación.
El nombre proviene de la zona que cubre: desde el pubis y perineo hasta el cóccix, alrededor del ano. Su compleja estructura es bastante similar en mujeres y hombres, y a menos que exista un trastorno neurológico en la región, es fácil y recomendable ejercitar frecuentemente el PC para evitar su atrofia y ganar en confianza a la hora de usarlo.
De hecho, uno de los primeros actos que nos distinguen como seres sociales es la capacidad de retener la orina y las heces hasta llegar al lugar o momento adecuados, aprendizaje que se inicia en el primer año de vida y puede extenderse a veces durante toda la infancia, sobre todo para lograr el control de la micción durante el sueño nocturno.
Ese reflejo de contraer y retener puede emplearse para mejorar el desempeño erótico porque actúa como masaje natural para la próstata y el clítoris, y a medida que aumentan los años reduce la probabilidad de complicaciones como los prolapsos y la inflamación prostática.
En el libro El hombre multiorgásmico, el sexólogo Mantak Chia narra que la importancia del PC fue «descubierta» por la ciencia occidental durante la década de los 40 del siglo pasado, cuando el ginecólogo Arnold Kegel enseñó a sus pacientes embarazadas a ejercitar su suelo pélvico para controlar la vejiga y facilitar el trabajo de parto.
Muy pronto esas mujeres se dieron cuenta de que aumentaba su deseo sexual y se intensificaban sus orgasmos, hallazgo que despertó el interés masculino al corroborar su eficacia para controlar la eyaculación y lograr multiorgasmos.
Hay varios ejercicios, pero son variaciones de la propuesta original de Kegel, basada en contraer y estirar el músculo rítmicamente varias veces al día.
Una variante simple es apretar y soltar tantas veces como sea posible mientras cuentas hasta 20, o hasta el número que desees. Otra forma es apretar despacio pero cada vez más fuerte, tratando de demorar el ejercicio todo lo que se pueda, y luego soltar de un tirón o también despacio.
Cuando se logra cierto dominio se puede practicar el Elevador, que consiste en apretar y sostener un segundo esa tensión, apretar más y volver a sostener, repitiendo el esfuerzo hasta el máximo de «pisos» que puedas llegar en tu elevador para luego «regresar» soltando también por etapas.
Otra variante, sugerida por el doctor Chia, parte del principio taoísta de que el sistema nervioso mantiene conectados todos los músculos circulares del cuerpo, así que podemos aumentar la fuerza del PC si apretamos a la vez los ojos y la boca, gesto que ayudará a tensar más fuerte la zona alrededor de los genitales, la próstata y el ano.
Según advierte Chia, no debe abusarse porque el músculo no entrenado puede resentirse. Es mejor aumentar el tiempo y la frecuencia de repeticiones poco a poco, y sobre todo mantener la constancia. Otros ejercicios incluyen el uso de pesos en el pene.
Lenguaje propio
Los ejercicios de Kegel no interfieren en otras actividades de la rutina cotidiana, nadie nota cuando los estás haciendo y además se pueden hacer en posición sentada, tumbada o de pie. Por todas esas ventajas los puedes hacer en clases, en el transporte público, cumpliendo las faenas del hogar, mientras te bañas o disfrutas la televisión o la lectura.
El sexólogo venezolano Fernando Bianco asegura que los efectos positivos son visibles a partir de la octava semana, cuando empiezan a mejorar paulatinamente el deseo, la lubricación y el control eyaculatorio (masculino y femenino). También ayuda a resolver la anorgasmia y la falta de erección.
Una buena idea es practicarlos durante el acto sexual, sea este oral, anal, vaginal o masturbatorio. De hecho solemos hacerlos de modo espontáneo, pero no les prestamos mucha atención a esas contracciones involuntarias ni las asociamos al placer generado.
Cuando aprendes a hacerlo de manera intencional notas cómo los órganos se adaptan y complementan en la entrega de los cuerpos sin exigir demasiada virilidad ni esfuerzo físico. Muchas parejas establecen un lenguaje propio a través de esas pulsaciones y logran una complicidad que puede ser muy divertida, relajante y espiritual a cualquier edad y sin importar las circunstancias.
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